“El Gobierno tiene dos tipos de consejerías: las que te dejan dormir por la noche y las que no, y la de Sanidad es una de estas últimas”. Estas palabras fueron pronunciadas en el transcurso de un acto en la Universidad de Zaragoza al que asistieron, entre otros, los exconsejeros de Sanidad del Gobierno de Aragón, Ricardo Oliván, Alberto Larraz y Fernando Labena. Los tres sufrieron en sus propias carnes la pesada losa de llevar las riendas del que sin duda es el departamento más complejo de gestionar de la Administración. Fruto de esta complejidad, por la Consejería de Sanidad han pasado en cinco años de Gobierno socialista tres responsables políticos: Sebastián Celaya, Pilar Ventura (hasta el miércoles pasado) y la recién nombrada Sira Repollés.
¿Qué hace tan compleja la gestión de la Sanidad aragonesa? En primer lugar, las enormes proporciones del departamento. El traspaso de la competencia de Sanidad a la Comunidad Autónoma se hizo efectivo en 2001 con el Gobierno de Marcelino Iglesias después de una intensa negociación que, como ha sido tradición en los traspasos competenciales, resultó deficitaria para las arcas autonómicas desde el primer día de gestión aragonesa.
Con el paso de los años, la bola del gasto sanitario ha ido creciendo a pasos agigantados, consecuencia en parte por el elevado envejecimiento de la población, hasta llegar a los 2.000 millones de euros de los presupuestos de 2020. Actualmente, es un trasatlántico que con una plantilla de más de 25.400 trabajadores –la mitad del personal de la Administración-, lidera el gasto de todos los departamentos del Gobierno y se come el 37.12% del presupuesto.
Siempre, en el ojo del huracán
Además de sus dimensiones mastodónticas. Sanidad es a menudo blanco de las críticas de aquellos ciudadanos que consideran que no han recibido la atención adecuada, y de la oposición política, siempre atenta a las posibles vías de agua. En definitiva, es un departamento que siempre está en el ojo del huracán y sometido a una tensión que al final acaba erosionando al responsable político de turno.
Además, suelen ser constantes las luchas de poder con los denominados patas negras -los funcionarios con muchos años de trabajo en la Administración- reacios a cambios y planteamientos nuevos; o las frecuentes disputas entre el gabinete de la Consejería y los gerentes y directivos de hospitales y centros asistenciales del todopoderoso Servicio Aragonés de la Salud, el organismo autónomo que se encarga de la asistencia sanitaria y que maneja casi la totalidad del presupuesto.
Cóctel explosivo
En este cóctel explosivo tampoco hay que olvidar otro ingrediente importante: la enorme fuerza que tienen los sindicatos de médicos, enfermería y auxiliares de enfermería y los colegios profesionales. De hecho, el enfrentamiento con los sindicatos y colegios profesionales ha provocado la caída de Ventura. La ya ex consejera logró sobrevivir, aunque con considerables rasguños, a los fuertes coletazos del coronavirus y, paradójicamente, ha sucumbido por unas afirmaciones en las Cortes de Aragón en las que restó importancia al hecho de que el personal médico no dispusiera del material de protección adecuado.
Ventura aseguró en su comparecencia en las Cortes: “En los inicios de la crisis, los profesionales se pusieron a fabricar o adaptar material por sí mismos, algo que en principio incluso se les permitió porque se vio que era un estímulo y se sentían colaborando ante la dificultad que todo el sistema sanitario tenía con los equipos de protección”. Unas palabras que provocaron la protesta airada de los profesionales sanitarios. Ventura intentó rectificar, se disculpó en dos ocasiones, pero nada pudo hacer para frenar su dimisión. El presidente Javier Lambán se vio obligado a admitir su renuncia para enfriar la revuelta sanitaria en plena lucha contra la pandemia.
“Nos hemos sentido abandonados”
Las fuentes consultadas aseguran que las afirmaciones de Ventura, que fueron leídas y, por tanto, se supone que era consciente de lo que decía, fueron la gota que colmó el vaso en las relaciones tensas que han mantenido desde el primer día con el personal sanitario. Ventura, de talante poco dialogante, no ha tenido ninguna empatía con las reclamaciones de los sanitarios. “Nos hemos sentido abandonados”, aseguran algunos a este diario.
“No quiero ser un estorbo”, aseguró Ventura en su despedida en medio de las loas de Lambán hacia su gestión. Llegó al cargo en julio de 2018 sustituyendo a Sebastián Celaya, quien dimitió como consecuencia de la batalla sin cuartel que se libró internamente en su departamento, principalmente con Ventura, en aquel momento número dos de la Consejería.
Compañera de Facultad de Fernando Simón
La sustituta de Ventura, Sira Repollés, ha sido bien recibida por el colectivo sanitario. La nueva Consejera de Sanidad es médica especialista en Obstetricia y Ginecología –su antecesora es abogada-, y, curiosamente, fue compañera de promoción en la Universidad de Zaragoza de Fernando Simón, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. Ambos fueron amigos de la infancia durante los veranos en Caspe, municipio del que fue alcalde el padre de la nueva consejera, Florencio Repollés, también expresidente de la Diputación de Zaragoza.
Mujer vitalista, con carné socialista, ha estado muy vinculada desde siempre a la investigación sobre técnicas de anticoncepción y coordinadora del Plan de Atención Anticonceptiva de Aragón desde el año 2015. Desde su puesto de ginecóloga en el Hospital Clínico de Zaragoza, suscribió el manifiesto de petición de dimisión de Ventura promovido por el colectivo sanitario.
Quienes la conocen aseguran que es una mujer con personalidad fuerte y posee amplios conocimientos del sistema público sanitario aragonés que el tsunami de la pandemia ha dejado con las arcas semivacías. “La realidad que se va a encontrar será muy dura, muy empedrada”, advierten las fuentes.