Últimamente veo demasiados vídeos de adolescentes dando una paliza a un compañero/a, subidos a las redes sociales y que, sorprendentemente, terminan en la programación de los informativos de televisión. Con un tratamiento de noticia fresca y en directo. Y hablo de cadenas generalistas importantes que acogen y difunden estos vídeos con entusiasmo.
Me parece una táctica peligrosa por varias razones: Primera, son grabaciones de mala calidad hechas con móviles (en estos casos: ¡menos mal!). Segunda, potencian el mimetismo entre los adolescentes al ver que su acoso sale en la tele. Tercera, los que dan la paliza se sienten famosos, ya que han conseguido su minuto de gloria. Cuarta, es un mecanismo terrible de efecto llamada para los imitadores descerebrados.
Hace unos días se veía en un informativo del medio día la terrible paliza que unas chicas daban a una cría de trece años a la salida del centro educativo. Lo grabaron y lo subieron a las redes. Alguna de las agresoras tendría algún contacto con una televisión y lo pasaron. La información espectáculo ya estaba servida. Fácil y barata.
Este fenómeno de ‘bulling’ y del ciberacoso se ha puesto de moda entre una juventud desmotivada que solo ve a su alrededor discursos de odio, desprecio al diferente o al débil, y quiere agregar leña al fuego. Es su forma de sentirse protagonista y lanzar su rabia al mundo. Y lo malo es que este vandalismo lo están copiando las chicas para demostrar que son iguales a los chicos. Lo que nos faltaba es que las jovencitas escolares se crean que esto es el feminismo y la igualdad.
Se ha hablado (no mucho) de que hay que prohibir la entrada de móviles en los institutos y colegios. Sin mucho éxito por lo visto. Pero yo voy mucho más lejos. Considero que el código ético de los medios de comunicación debería prohibir la difusión en las televisiones de estos vídeos caseros por sus efectos nocivos y por tratarse de basura de alta tensión, contraproducente para los chavales y para la sociedad en general.
El tema es delicado, porque no es lo mismo emitir la paliza, que captaron las cámaras de vigilancia de la calle y que acabó con la vida del joven Samuel (cuyas imágenes y testimonios sirvieron para detener posteriormente a los vándalos) que programar en un informativo los bullings de niñatas a una compañera por una tontería o para echarse unas risas.
El buen periodismo debe calibrar los hechos e incluso guardarse pruebas, por si un caso de estos evolucionara a peor y alguien acabara muriendo. Tampoco es tan difícil discernir la diferencia para obrar en consecuencia. Pero a los y las pirómanas en grupos o manadas para hacer el mal conviene dejarlas, de entrada, sin credibilidad, sin imágenes y sin micros. Seguro que la libertad de expresión no se resiente y se fortalece el trabajo imprescindible que hacen los medios de comunicación sin dar cancha a los espectáculos basura.
Margarita Barbáchano, periodista y escritora
Artículo publicado en El Periódico de Aragón