Cuando el presidente Javier Lambán suba el próximo miércoles a la tribuna de oradores de las Cortes y levante el telón del debate de la Comunidad se encontrará ante un panorama insólito.
A su derecha, el grupo parlamentario del Partido Popular, dirigido por un Luis María Beamonte, con fecha de caducidad como líder popular y muy debilitado después de que Madrid le haya empujado a confirmar ahora que dejará de ser presidente de forma inminente, en el congreso de diciembre, y que va a ser sustituido por el alcalde Jorge Azcón.
En la zona central del hemiciclo, los escaños de un Ciudadanos en plena agonía como consecuencia de la enésima batalla interna que lo va desangrando. Y a escasos metros, el grupo del PAR, principal socio de Lambán en el Gobierno, todavía intentando sobreponerse a la batalla congresual que ha partido en dos a la formación aragonesista.
Un diputado me comentó esta semana que ante esta situación política tan extraordinaria se podría decir que el debate sobre la comunidad nace muerto. Yo diría más bien que está seriamente tocado por esa crisis interna de los partidos y por el covid, que todavía se resiste a abandonarnos. En cualquier caso, el debate va a ser una magnífica ocasión para medir la fortaleza del cuatripartito y conocer cuáles son los objetivos prioritarios del Gobierno de Lambán para 2022, el año crucial de la legislatura.
Lo sucedido con el popular Luis María Beamonte es muy ilustrativo de que a Pablo Casado y a su número dos Teodoro García Egea les importa más bien poco descabezar al PP de Aragón en vísperas del debate parlamentario más importante del año. Ha quedado claro que todo es viable si consiguen frenar el liderazgo de la presidenta Ayuso al PP de Madrid, aunque Beamonte sea una víctima colateral del choque de trenes que está sacudiendo el tablero madrileño.