Ha transcurrido ya un mes desde las elecciones autonómicas y municipales y todavía algunos no han sabido leer los resultados de las urnas. Es sorprendente ver cómo en Podemos se sigue hablando de la existencia de dos bloques. Se continúa asegurando que los partidos de la izquierda, IU, CHA y Podemos, suman nueve diputados, seis más que los tres que obtuvo el PAR y, por tanto, según esta tesis, los podemitas también tendrían derecho a un sillón en el Consejo de Gobierno. Algo a lo que se opone tajantemente el PAR.
Los argumentos de Podemos suenan a viejunos. Nos trasladan a hace cuatro años, cuando el peso electoral del partido violeta crecía, alimentado por la crisis económica y el descalabro socialista. Eran tiempos dorados para la formación de Pablo Iglesias. Tiempos para exigir. Pero Pablo Echenique no quiso que los morados entraran a gobernar y ahora muchos de ellos se arrepienten de no haberlo hecho.
La partida de ahora es muy distinta a la de 2015. Dos fuerzas aragonesistas, el Partido Aragonés y Chunta Aragonesista, antaño enemigas irreconciliables, están dispuestas a dejar muchos pelos en la gatera para sobrevivir dentro de un Gobierno transversal, sin bloques, que, de paso, logre frenar a la extrema derecha en la Comunidad. Ese es el hecho diferencial de Aragón respecto a otras comunidades como Castilla La Mancha, donde por cierto Podemos ha desaparecido del mapa.
Y mientras Ciudadanos sigue anclado en el bloqueo permanente, a Podemos sencillamente se le ha pasado el arroz de exigir puestos. Sus cinco diputados son importantes para la investidura de Javier Lambán, pero harían bien en no olvidar que sus votos tienen el valor que tienen porque el PAR ha decidido jugar la partida del PSOE, descartando la opción de PP, Ciudadanos y Vox. Una opción que bien podría resucitar y enviar a Podemos y al resto de partidos de izquierdas a la oposición si se eternizan las negociaciones y algunos se empeñan en jugar al borde del precipicio.