El lunes, una mujer de 25 años fue estrangulada en su casa de Barcelona por su expareja, con la que tenía un hijo de 3 años. La semana pasada, una mujer de 29 años murió al ser embestida con el coche por un hombre al que había denunciado por acosador. Esto pasó en Barro, Pontevedra. Pero mientras las mujeres siguen muriendo, también están pasando otras cosas. Lo de Vox con la violencia contra las mujeres ya ni lo reseño, qué más quisieran ellos.
Lo preocupante es lo del PP y Feijóo, el moderado. El otro día dijo que si un padre mata a sus hijos por un problema con su pareja, eso no es violencia machista. Que lo es. Y el popular Jesús Aguirre, consejero andaluz de Salud, también asumió este discurso y defendió que en lugar de «violencia de género» se use el término «violencia intrafamiliar».
Las palabras son importantes siempre, y no lo digo yo, lo dice el Tribunal Constitucional. La aprobación en España de la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género en 2004 se recibió con gran escándalo por algunos sectores, que hablaban de denuncias falsas y discriminación de los hombres y que llegaron a recurrir la ley ante el Tribunal Constitucional. Y este, en 2008, dictaminó de manera contundente: avaló el tratamiento diferenciado de la violencia machista apuntando a que son conductas que reproducen la desigualdad y están alimentadas por una pauta cultural (el machismo) y un sistema que lo sostiene, el patriarcado.
Por eso, como la ley no se puede tumbar, vamos a ver si subvertimos el lenguaje, ¿verdad? A ver si cambiamos el espíritu del delito. Pues no, miren. Se llama violencia machista, y mientras le cueste la vida a una sola mujer, lo seguiremos gritando.
Artículo publicado en El Periódico de Aragón