Bruselas está a más de 1.300 kilómetros de distancia de Zaragoza. La capital belga está lejos de Aragón, pero su sombra es tan alargada que la mayoría de las decisiones que afectan a los aragoneses se toman a catorce horas en coche por carretera. La incorporación del tramo ferroviario Sagunto-Teruel-Zaragoza en el Corredor Mediterráneo, los incentivos económicos para empresas que se instalen en provincias despobladas como Teruel, las millonarias subvenciones de la Política Agraria Comunitaria y el frenazo al trasvase del Ebro que preveía el Plan Hidrológico Nacional del Gobierno de José María Aznar son algunas decisiones destacadas que se han tomado en el corazón de Europa en los últimos años y que afectan a la comunidad autónoma.
Una delegación de periodistas aragoneses hemos estado esta semana en Bruselas y hemos sido testigos precisamente de un acuerdo del Parlamento Europeo importantísimo para Aragón como es la decisión de acelerar el despliegue de las energías renovables. Los planes de Bruselas permitirán, eso sí de forma temporal, aligerar los trámites burocráticos para la puesta en marcha de las plantas de energía renovable, saltándose incluso la directiva que protege a las aves silvestres. Una medida que, por otro lado, causa cierto temor a que el territorio se siembre de forma descontrolada de molinos de viento.
La guerra de Ucrania lo ha precipitado todo y ha multiplicado el protagonismo de la Unión Europea, simbolizada en el Parlamento Europeo, en el que a diario, en medio de un enjambre de personas que circulan por sus laberínticos pasillos, se acuerdan decisiones que nos afectan a todos los europeos. Lo saben muy bien los eurodiputados socialistas Eider Gardiazabal, el exministro de Justicia con Zapatero Juan Fernando López Aguilar, Nicolás González, que lleva los temas energéticos, y la aragonesa Isabel García, una perfecta anfitriona junto a su equipo de colaboradores. Con los parlamentarios abordamos los grandes retos de la Unión Europea, como los fondos europeos y su reformulación fruto del conflicto de Ucrania o la crisis energética.
En la tercera planta del Parlamento, en donde desemboca el hemiciclo y los 705 eurodiputados de los siete grupos políticos se mezclan con asesores, lobies, periodistas, platós de televisión, estudios de radio, en medio de aquel bullicio constante de ir y venir gente, el prófugo Carles Puigdemont se deja ver y fotografiar, campa a sus anchas, el mismo día precisamente que el Gobierno ha confirmado que va a suprimir el delito de sedición.