Las calculadoras echan humo desde la noche electoral del 28 de mayo. Primero, durante el escrutinio de cada voto y, posteriormente, con los resultados en la mano, en las múltiples combinaciones de posibles pactos de gobierno en municipios, comarcas y diputaciones.
En el Gobierno de Aragón, la diabólica aritmética parlamentaria surgida de las urnas va a empujar al popular Jorge Azcón a entenderse con VOX, ahora o una vez celebradas las elecciones generales del 23 de julio y, por tanto, será rehén de sus exigencias, por estrambóticas que sean, si quiere gobernar con tranquilidad en su primera legislatura en el Pignatelli, según aseguran todas las fuentes jurídicas y parlamentarias consultadas por este diario. El próximo 23 de junio, fecha de constitución de las Cortes, va a suponer la primera prueba de fuego con la elección del presidente del Parlamento. Se verá entonces si Azcón hace concesiones a la extrema derecha para ganarse al menos su abstención en la votación de su investidura.
Mapa político perverso
Las elecciones autonómicas y municipales diseñaron un mapa político perverso. El PP logró 28 diputados, los mismos que la suma de las fuerzas políticas de izquierda: PSOE (23), Podemos (1), CHA (3) e IU (1). Caprichos de la aritmética electoral. Azcón está a seis de la mayoría absoluta. Si no alcanza un pacto de coalición con VOX, que tiene siete parlamentarios, su elección por mayoría absoluta en la votación de investidura está abocada al fracaso. Su objetivo, por tanto, pasaría por asegurarse más síes que noes en la segunda votación de su investidura, garantizándose la abstención de Vox y de al menos de los tres diputados de Teruel Existe (3), y el voto favorable del único diputado del PAR.
El partido de Abascal no está por la labor de allanar el camino al PP sin tocar poder en el Gobierno. Tampoco está clara la abstención del partido de Tomás Guitarte, si se tiene en cuenta que surgió de los movimientos sociales turolenses próximos a la izquierda, lo que complicaría el sí de las bases a facilitar un Gobierno del PP. Y a priori sería sorprendente que el PAR vote a favor de un candidato del PP que casi le lleva a su desaparición.
Azcón quiere gobernar en solitario
Azcón ha insistido en los últimos días, como reiteró una y otra vez durante la campaña electoral, su deseo de gobernar en solitario con sus 28 diputados. Una declaración de intenciones imposible de cumplir, a juicio de todas las fuentes consultadas, y que obedecería más a una estrategia cosmética, a “un teatrillo” de Azcón para arrojarse a los brazos de Vox una vez celebradas las generales y necesite garantizarse la aprobación de sus primeros presupuestos y de las futuras leyes. Sin acuerdo de legislatura, va a tener que negociar a varias bandas cada ley que lleve a las Cortes y atar como mínimo la abstención de la extrema derecha. El martirio al que puede ser sometido Azcón puede ser similar al que sufrió en 1987 el aragonesista Hipólito Gómez de las Roces, cuando también se lanzó a gobernar en solitario con solo 19 de los 67 diputados.
De las Roces se garantizó a corto plazo su investidura concediendo al Centro Democrático y Social (CDS) la Presidencia de las Cortes con únicamente seis parlamentarios. La entonces Alianza Popular, liderada por Ángel Cristóbal Montes, votó a favor de la elección del dirigente del PAR, aunque no entró en el Gobierno. De las Roces gobernó en solitario solo unos meses, hasta que en 1989 se vio abocado a aceptar muy a su pesar la entrada en el Gobierno de dos consejeros del PP, Santiago Lanzuela, que fue nombrado consejero de Economía, y José Urbieta, titular de Agricultura. Pero la coalición entre PAR y AP solo disponía de 32 parlamentarios, insuficientes para gobernar con garantías, por lo que buscó el apoyo exterior de los seis escaños del CDS. El partido de Adolfo Suárez sometió a populares y aragonesistas a un martirio permanente y a votaciones desconcertantes. Primero podía apoyar una reprobación al Gobierno, para acto seguido respaldar sus presupuestos.
“Fue una legislatura endiablada”, recuerdan fuentes parlamentarias como consecuencia de la debilidad parlamentaria del PAR. Con un CDS alocado y una AP capitaneada por un feroz Montes, que protagonizó duros cruces dialécticos con De las Roces en la tribuna de la Cámara, la legislatura fue “la más complicada de todas”, aseguran las mismas fuentes que vivieron en primera persona aquellos cuatro años. Ramón Tejedor, diputado socialista en aquella legislatura, recuerda que los principales problemas del Gobierno del PAR se producían en la negociación del presupuesto de la comunidad y en varias iniciativas importantes como la creación de la Televisión Autonómica, que acabó fracasando en cada negociación.
Segundo gobierno en minoría
La segunda experiencia de Gobierno de Aragón en minoría fue menos traumática, tras las elecciones autonómicas de 1999 que supusieron el triunfo contundente del PP de Santiago Lanzuela, con 29 diputados. Sin embargo, el PAR, socio habitual de los populares, protagonizó un sorprendente volantazo que le llevó a coaligarse con el PSOE de Marcelino Iglesias, el mismo que años atrás le había desalojado del Pignatelli en una moción de censura. Gracias a esa insólita alianza, PSOE y PAR sumaron 33 diputados, se quedaron a uno de la mayoría absoluta. Izquierda Unida, con un diputado, fue la llave del Pignatelli y, aunque no llegó a tener un representante en el Consejo de Gobierno, varios de sus miembros fueron nombrados directores generales y responsables de oficinas de nueva creación. La alianza de este pseudotripartito se rompió cuando el PAR se empecinó, y convenció a su socio socialista, en extender a la escuela privada los convenios de la pública. “Era una cuestión que no estaba incluida en los acuerdos y que para nosotros atentaba contra la escuela pública”, señala el entonces único diputado de IU, Jesús Lacasa. El acuerdo se rompió y los militantes de IU en cargos públicos salieron del Gobierno. “Fue un final duro y difícil, incluso hubo quien abandonó IU”.
El último precedente de Gobierno de Aragón en minoría coincidió con el primer mandato del socialista Javier Lambán, quien a partir de 2015 gobernó con sus 18 diputados junto a los dos de Chunta Aragonesista. Los catorce diputados de Podemos, que votaron a favor de la investidura de Lambán y que daban la mayoría absoluta, se quedaron en la oposición liderados por un Pablo Echenique que convertía cada negociación en un auténtico calvario para los socialistas. “En aquel momento, Podemos pensaba que los demás éramos casta y teníamos una interlocución muy complicada”, explica Vicente Guillén, consejero de Presidencia en aquel Gobierno, quien está convencido de que Azcón sin Vox no va a sacar ningún presupuesto. “Puede disimular lo que quiera pero va a necesitar sí o sí a Vox”.
Lambán-Echenique
Lambán se comunicaba con Echenique a través de telegram o cualquier otro sistema telemático, porque “era imposible sentarse con él”. Esa situación generó muchas dificultades, hasta el punto de que en mayo de 2017 se debatió en las Cortes el techo de gasto que iba a tener el presupuesto y salió adelante en la votación gracias a la abstención del PP, ya que Podemos se ausentó de la Cámara en protesta por las políticas europeas en materia presupuestaria. El presupuesto salió finalmente aprobado porque Podemos giró sobre sus pasos y votó a favor. Todo cambió cuando Echenique se fue a Madrid. No solo respiraron en el Gobierno tras su marcha, sino también en su propio partido.
Artículo publicado en El Periódico de Aragón
Fotografía: Jaime Galindo, EL Periódico de Aragón