Concluimos hoy una semana que ha sido especialmente intensa en emociones. Nos ha provocado una mezcla de indignación y de rabia, a partes iguales, la frialdad de Igor el Ruso al detallar ante el juez cómo asesinó hace tres años a dos guardias civiles y al joven José Luis Iranzo en Andorra, y también, mucha tristeza cuando supimos cómo el padre del joven ganadero se enteró de la trágica noticia.
Hemos recibido con estupor y cierta frustración la noticia del nuevo fiasco de la vacuna Astrazéneca y, especialmente de la Janssen, en la que Europa había depositado sus esperanzas. Ha sido un auténtico jarro de agua fría obre las expectativas creadas, una situación compensada a última hora con el anuncio de que Pfizer cogerá el testigo salvador.
Y con seguridad ha desencadenado mucho cabreo en la comarca del Jalón la decisión de la Audiencia Nacional de frenar la construcción del embalse de Mularroya, que está en obras y que es el único gran embalse junto al recrecimiento de Yesa que seguía vivo, aunque malherido, del histórico Pacto del Agua. Los agricultores de esa zona de la comarca de Valdejalón se han tenido que quedar estupefactos cuando el propio presidente Javier Lambán, que se reunió el lunes con ellos, les garantiza que el Gobierno de Aragón va a luchar por la ejecución del embalse y horas después la directora general encargada de presionar a Madrid, de Podemos, les viene a decir que se olviden del tema. Además, la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, se ha puesto de perfil en esta polémica y no parece que vaya a hacer frente al auto judicial.
Gobernar en coalición es complejo y más si se trata de un cuatripartito de izquierdas y de centro derecha, como es el caso del Gobierno de Aragón. En su defensa argumentan unos y otros que las discrepancias en temas tan sensibles, como el hidráulico, ya se conocían de antemano y que el éxito de la coalición estriba precisamente en gestionar con eficacia esas divergencias. ¿Cómo se gestiona un Gobierno bipolar? Un Gobierno que defiende una cosa y la contraria. Un Gobierno defiende los embalses y los rechaza. Es imposible entrar y salir al mismo tiempo.
Es urgente que el Gobierno se deje de piruetas dialécticas y que utilice un único lenguaje en asuntos estratégicos y que levantan pasiones en Aragón como es el agua. Si este Gobierno se muestra incapaz de frenar esa bipolaridad de la que incluso presume, alguien sobra.