Carles Puigdemont sueña desde los grandes salones de su retiro dorado en ganar su particular Waterloo, aunque sea vía skype o en carne de holograma. Él, republicano consumado, diseña su gran batalla desde la Bélgica monárquica.
Anna Gabriel, antisistema y anticapitalista, se refugia en Suiza, corazón del capitalismo más despiadado, paraíso de muchas de las grandes fortunas españolas, y ahora también de esta líder de la CUP, que ha desterrado su peinado-cazuela para reaparecer con un nuevo look de estudiante de Erasmus, especializada en el folklore suizo.
Oriol Junqueras, desde su diminuta celda en Estremera, pasa los días rezando. Siguen también en prisión preventiva los Jordis y el exconseller Joaquim Forn, exjefe de Trapero que ha pasado en horas de héroe a villano.
El presidente del Parlament, Roger Torrent, centra su estrategia en ganar tiempo de forma descarada impidiendo que corran los plazos de la investidura y se niega a modificar la ley del Presidente para que Puigdemont sea investido telemáticamente.
La Declaración Unilateral de Independencia exprés, bendecida con entusiasmo por la mitad del Parlament, es ahora la gran apestada de la que reniegan sus también impulsores, Marta Rovira y Artur Mas, que se han salvado in extremis de ser colegas de talego de Junqueras porque la DUI, han dicho ante el juez, era algo “simbólico”. Vaya, que era de mentirijillas. Mariano Rajoy , agobiado por las encuestas, incluida la suya la del CIS, ha iniciado una alocada pugna con Ciudadanos para demostrar que a él no le gana nadie en ser más guerrero con Cataluña -cree que es realmente lo que da votos- y está estirando el artículo 155 como un chicle en que el que cabe todo aquello que no puede hacer con cuatro pírricos diputados en el Parlament, como ocurre con la nueva polémica sobre la escolarización y el catalán.
El plan de Puigdemont pasaría por ser investido la próxima semana de forma simbólica en Bruselas. Y acto seguido su intención sería pasar el testigo a Jordi Sánchez, número dos de la candidatura de Junts per Catalunya y también en la cárcel. Consecuencia: nuevo bloqueo de la investidura. También es cierto que esa estrategia puede cambiar en horas.
Y rizando el rizo, a Joaquín Reyes, disfrazado de Puigdemont, lo intentan detener seis policías en Torrejón de Ardoz que ya soñaban con la medalla y los elogios del ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido.
Mientras tanto, Cataluña lleva más de dos meses sin Gobierno.
Joan Manuel Serrat ha dicho que lo que ocurre en Cataluña guarda mucho parecido con una fira del disbarats (una feria de los disparates). Tampoco le faltan ingredientes para convertirse en una loca página de la Rue del Percebe. Es una idea para el gran Ibáñez.