Ha sido una semana llena de buenas noticias para los que creemos que el ferrocarril es un medio de transporte especial. No solo es el más romántico (aunque las estaciones de ahora han acabado con las apasionadas despedidas a pie de vagón) sino que es el más ecológico y vertebrador. El tren ha inspirado inolvidables historias en la literatura, el cine y la música. El tren cambió hace casi dos siglos el rumbo de la Historia. Y sigue teniendo futuro, a pesar de la desastrosa planificación de los sucesivos gobiernos de España (país que como todos los del sur siempre fue en el vagón de cola.) Eso sí, tenemos la mejor alta velocidad de Europa. Porque en España hay trenes de primera y los hay de tercera.
Es una excelente noticia que se haya inaugurado una nueva estación de pasajeros en Canfranc. Se retransmitió en directo la llegada del primer tren, casi cuatro horas después de su salida de Zaragoza. 187 kilómetros en cuatro horas, casi como una etapa de la vuelta ciclista. Un día feliz para todos, un gran avance, pero son las migas de un festín que solo será completo cuando se abra el túnel (hablaban de 2025 y ya se habla del 2030, y nadie puede garantizar que pronto se hable del 2035, esperemos que no).
Es otra excelente noticia el impulso a la autopista ferroviaria Algeciras-Zaragoza, que permitirá que alguna que otra tonelada de insípida judía verde marroquí llegue en un contenedor a las tiendas de la capital aragonesa en escasas horas. Llegará muchísimo antes que, paradojas de los mercados globalizados, si transportamos las mucho más sabrosas judías verdes de un huerto regado por el Jalón, el Cinca o el bajo Ebro en alguno de los trenes regionales que Renfe quiere suprimir y el Gobierno de Aragón tampoco quiere seguir pagando. Dicen que no hay un 15% de la ocupación. Un perverso argumento porque se han empeñado en que así sea quitando taquillas que impiden contabilizar pasajeros, suprimiendo servicios y poniendo frecuencias que son la mejor arma disuasoria para cogerlo.
El otro día, en Monzón, se concentró de nuevo un grupo de infatigables vecinos como hacen desde hace 43 semanas sin que nadie les haga caso. Un señor me recordaba que hace cincuenta años un familiar suyo cogía el tren y llegaba a Salamanca fácilmente. Medio siglo después, para ir de Monzón a Salamanca se tendría que buscar combinaciones imposibles. Y tal vez llegaría pasado mañana. Casi como las judías verdes autóctonas.
El 2 de marzo de 1906, Alfonso XIII inauguró el Canal de Aragón y Cataluña. Viajó en tren hasta Monzón con parada en Selgua para almorzar. Si el Borbón actual quisiera emular a su bisabuelo y demostrar su genética campechanía, ya no podría hacerlo salvo que quisiera darse el capricho. Hace años que los trenes pasan de largo. Cierto es que las cosas cambian y 115 años después hay aviones, helicópteros y coches blindados, pero que se hayan perdido más de 7.000 kilómetros de vías en las últimas décadas en este país es perder el futuro y mucho más cuando la Comisión Europea ha declarado el 2021 como el año del ferrocaril por ser un medio de transporte sostenible, inteligente y seguro. En los tiempos de la intermodalidad, queremos suprimir trenes y compensarlo con autobuses medio vacíos por las solitarias carreteras comarcales. Sería mucho mejor mantener buenos trenes y que en las pequeñas capitales que hoy por hoy todavía lo tienen hubiera líneas de bus de cercanía que llevara a los pueblos de las comarcas.
Hoy se demostrará que el tren sí importa a los vecinos de esas zonas despobladas y rurales a las que tanto se invoca. Hoy se producirán concentraciones simultáneas en muchas localidades aragonesas en una concentración sin precedentes. Porque está muy bien el Canfranc, el AVE y las autopistas ferroviarias. Pero la gente de Zuera, Tardienta, Grañén, Sariñena, Selgua, Monzón, Binéfar, La Puebla de Hijar, Caspe, Fabara, Nonaspe, Fayón, Plasencia de Jalón, Morata, Purroy, Morés, Sabiñán, Paracuellos, Embid de la Ribera, Ateca, Bubierca, Alhama de Aragón, Ariza, Anzánigo, Castiello de Jaca, Sabiñánigo, Canfranc, Muel y Teruel demostrarán hoy en sus estaciones semiabandonadas que quieren un tren digno que les garantice una movilidad sostenible y los mantenga unidos al porvenir.
Antonio Ibáñez, periodista
Artículo publicado en El Periódico de Aragón