Seguramente no lo haya pretendido, pero el presidente catalán Pere Aragonés le ha hecho un regalo electoral inesperado a Javier Lambán. Con su prepotencia y su soberbia ha impulsado al presidente aragonés hacia las autonómicas del próximo año. Sin olvidar, además, que Aragonés ha puesto en serio peligro la candidatura de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030. Si, claro está, cree en la candidatura porque hasta ahora Esquerra Republicana ha jugado al despiste.
Con su negativa intransigente a organizar a partes iguales los juegos, Cataluña ha tensado la cuerda, como suele hacerlo, y Lambán, que ha dejado constancia en anteriores ocasiones que no le tiemblan las piernas, ha aceptado el pulso dejando plantado al presidente aragonés en Balaguer. Un plantón sonoro, que ha sido noticia en todos los medios nacionales, en un municipio leridano cercano a Aragón y uno de los bastiones independentistas, en donde Esquerra Republicana y Junts per Cataluña, la antigua Convergencia, obtuvieron más del 55% de los votos en las pasadas elecciones autonómicas.
Es indudable que en Aragón plantarle cara al vecino catalán cotiza al alza para los políticos aragoneses, pero harían bien, tanto Lambán como Aragonés, de dejarse de disputas partidistas, de esta lucha de David contra Goliat, olvidar cuanto antes el pasado y ponerse a trabajar en una candidatura unitaria, moderna, sostenible y con opciones de triunfo. El Pirineo, y sus habitantes, se lo exigen.
Además, están obligados a reconstruir una relación institucional inexistente desde hace seis años. La última cumbre entre ambos gobiernos fue en febrero de 2016 en Barcelona. Asistieron: Lambán y Carles Puigdemont.