Si a partir de ahora las decisiones políticas en el territorio se adoptan por criterios de rentabilidad económica, Aragón puede cerrar mañana

A principios de este siglo circulaba por los despachos de Obras Públicas un detallado estudio en el que quedaba bien claro que salía mucho más rentable transportar en taxi a cualquier ciudadano que quisiera llegar a Canfranc desde cualquier estación a partir de Zaragoza que mantener el ferrocarril. Aquel estudio nunca salió a la luz porque entonces nadie se planteaba la posibilidad de enterrar un medio de transporte que despertaba muchas simpatías. Se consideraba una apuesta de futuro para un planeta que debía dejar de echar gases a la atmósfera y para un Aragón en el que aún no estaba de moda teorizar sobre la España vacía o vaciada ni disertar sobre los retos o desafíos demográficos pero se sabía que el tren podía ser un elemento vertebrador en un territorio con graves problemas de despoblación.

Quién sabe en qué cajón acabó ese estudio, pero no ha hecho falta rescatarlo para que el Ministerio de Transportes y el Gobierno de Aragón hayan acabado con varios trenes regionales en una tarde, a la brava, con un comunicado que pasará a los anales de cómo tratar de hacer comulgar con ruedas de molino a la ciudadanía y de forma inesperada, con una ¿reunión? al más alto nivel entre el ministro y el presidente aragonés sin estar en agenda y que cayó de forma inesperada en las redacciones a última hora de la tarde del martes.

Que al ministerio le importa bien poco el ferrocarril regional de pasajeros en Aragón es bien sabido. Tenemos alta velocidad porque estamos en medio de las dos ciudades que pintan de verdad, pero lo sorprendente ha sido descubrir el desinterés que ha demostrado en este asunto el Gobierno de Aragón. Para ambas administraciones puede ser un problema menor. No lo es para muchos habitantes del este y el sur de la comunidad, por cierto, cada vez más desconectados con los centros de decisión. Lo que parece pecata minuta puede convertirse a medio plazo en un problema mayor. Para justificar el final de los regionales que pasan a Lérida y Valencia y que solo sufragaba de forma injusta Aragón se ha reiterado que las dos líneas que ahora desaparecen solo eran usadas por 37 y 4 viajeros. Es decir, que no eran rentables. Lo que no dicen es que durante muchos años Renfe hizo lo posible para que nadie quisiera coger unos trenes que antes sí tenían demanda y que el Gobierno de Aragón presumía de su apuesta por el ferrocarril mientras miraba para otro lado. Si a partir de ahora las decisiones políticas vertebradoras se adoptan por criterios de rentabilidad económica, Aragón ya puede cerrar mañana. Porque tampoco son rentables 300 escuelas, ni 300 centros de salud sin que por ello nadie busque alternativas y tampoco resultaría rentable gran parte del personal de muchas consejerías.

La forma en la que se ha resuelto el problema de los regionales, en la que una vez más ha llamado la atención la incomparecencia de la oposición conservadora, ni siquiera es la peor noticia, pero sí un mal síntoma porque demuestra cómo a veces los gestores perciben la realidad de forma distinta al resto. Solo así se entiende que se considerara un éxito y se celebrara públicamente la desaparición de estas líneas y que se difundiera un comunicado, casi dictado por un ministerio al que este asunto le trae sin cuidado, en el que se aseguraba que se mantenían unos servicios cuando en realidad se hablaba de «una nueva modalidad alternativa, que sería a la carta, a demanda, y completamente digitalizada». Es decir, los taxis y buses de toda la vida pero con el adjetivo digital, que ahora suena bien. Una nueva app para los viejos, olvidando que bajo la nube existe una realidad analógica que cada vez tiene más dificultades para desenvolverse en un mundo que les pasa por encima.

Esta ventana se cierra durante los dos próximos meses. Llega el verano y el martes la segunda dosis de vacuna, y eso sí es un éxito de gestión. Hay que coger fuerzas porque el otoño va a venir repleto de noticias y movimientos políticos interesantes. Para poder contarlo hay que parar y estar bien inmunizado. Aunque, de momento, no está claro que los efectos de Pfizer tengan capacidad de influir en el ARN mensajero de la política.

Antonio Ibáñez, periodista

Artículo publicado en El Periódico de Aragón

Por Conrad Blásquiz

Me llamo Conrad Blásquiz Herrero, soy periodista, consultor en comunicación y un apasionado de la información política. Soy autor del libro “Aragón, de la ilusión a la decepción ¿la Autonomía en crisis? “. Durante más de 15 años, he recorrido diariamente los pasillos del Palacio de la Aljafería, sede de las Cortes de Aragón, escribiendo sobre la actualidad parlamentaria de la Comunidad Autónoma para las páginas de El Periódico de Aragón.