La carrasca es como familiarmente conocemos en Aragón a la encina. Podríamos decir que es el árbol más característico del paisaje aragonés. Y en política, la carrasca también tiene un significado singular, propio, que tiene que ver con el objetivo que anhelan desde hace décadas los partidos aragonesistas de tener voz propia en Madrid. Es lo que se denomina el sueño de la carrasca aragonesista.
En una comunidad autónoma como la aragonesa, que por su población tiene el peso político que tiene, lograr mayores cotas de protagonismo en la política nacional ha sido el gran objetivo perseguido por el aragonesismo, que se ha dado de bruces en múltiples ocasiones contra el muro madrileño. Ha habido varias intentonas. José María Mur lo intentó durante los años que fue diputado en el Congreso por el PAR; también Antonio Serrano, del PAR, y José Antonio Labordeta, que conquistó Madrid cuando envió a la mierda a los diputados del PP. Su escaño de CHA pasó después a Chesús Yuste. Todos han puesto su particular pica en Flandes. Lo han intentado, pero no han logrado construir un grupo parlamentario tan potente como es el catalán o el vasco, el espejo en el que siempre se han mirado.
¿Será posible formar una carrasca aragonesista de PAR y CHA en las próximas elecciones generales del 10 de noviembre? Ambos partidos aragonesistas se han aproximado más que nunca. Comparten por primera vez acción de gobierno en el Pignatelli, lo que a priori podría facilitar más que nunca esa coalición. Sin embargo, creo que se dan las circunstancias objetivas, pero las cuestiones personales van a hacer fracasar el enésimo intento.
Por cierto, ¿qué va a suceder con las listas del Partido Popular en las generales por Zaragoza? Estaremos muy atentos en los próximos días. Puede haber morbo.