Plas, plas, plas. Van desde aquí estos aplausos dedicados a Isabel Díaz Ayuso. Si bien es cierto que llegamos tarde a casi todas las corrientes mundiales (la democracia, el racismo, la ultraderecha, el populismo) cuando llegamos, lo hacemos a lo grande. Y así como Donald Trump dinamitó las convenciones, hizo lo que nadie había hecho antes, mintió con descaro a su pueblo y nos regaló cada día un hecho, una afirmación, que superaban a la del anterior, por fin en España nos estamos poniendo a la altura. Tarde, pero aquí estamos. Isabel Díaz Ayuso se ha alzado sin complejos como la manipuladora número uno del país. La última polémica, hasta que se le ocurra otra, es la de involucrar al rey en el tema de los indultos. Dejando aparte el penoso papel de Casado, que continuamente se ve en la obligación de chupar rueda, la presidenta de Madrid ha roto la campana de cristal que protegía a la monarquía de las decisiones del Gobierno. ¿Firmará el rey los indultos? Tendrá que firmarlos, porque le va en el sueldo. ¿Será una humillación para él? Bueno, nunca lo sabremos porque no nos lo va a contar. Pero Ayuso lo ha vuelto a hacer. También es verdad que las declaraciones gruesas, en el tema de Cataluña, eran hasta ahora monopolio de los independentistas. Y ahí sí, ahí Ayuso tiene un campo grande y fértil para canalizar la frustración de muchos españoles. Para decirles a los Torra, Puigdemont y Rufián de turno lo que se dice en el resto de España dando un golpe en la barra del bar. Pues eso, que olé por la estrategia de Ayuso, dicho desde las antípodas a su pensamiento político. Y que conste que a mí me parecen bien los indultos, pero todavía soy capaz de apreciar un buen show.
Marian Rebolledo, periodista
Artículo publicado en El Periódico de Aragón