A muchas mujeres más jóvenes el movimiento feminista se les queda corto, pero las desigualdades clásicas siguen ahí. Como la brecha salarial.
Una de las aristas de la celebración del día de la mujer ha sido la división del movimiento feminista entre aquellas que mantienen los postulados clásicos a favor de la igualdad y las que abren las reivindicaciones a otros temas. Afortunadamente, en Aragón no se exhibió públicamente esa división y la marcha del martes fue unitaria, aunque exista la diferencia de posiciones. Y eso que banderas como la inclusión del derecho a la autodeterminación de género son más que discutibles: El sentimiento no parece razón suficiente para ser de un género o de otro. Un sentir que puede cambiar con el tiempo. Los que tienen todos sus derechos, pero no cabe mezclarlos en la pelea de las mujeres por la igualdad. Una causa en la que conviene no despistarse.
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El año pasado fueron asesinadas 50 mujeres en España y sólo en los servicios contra la violencia de género del Gobierno de Aragón se recibieron más de 4.000 llamadas pidiendo ayuda o asesoramiento. Demasiado sufrimiento que no erradicamos. Demasiados hombres que no toleran la autonomía de las mujeres. Demasiada persistencia de una lacra ante que no cabe el negacionismo.
Como no se erradica el techo de cristal en las empresas, donde las cúpulas, salvo que haya indicaciones que obligan -como la CNMV ante los consejos de administración-, siguen siendo masivamente masculinas. Así ocurre en los equipos directivos, donde las mujeres apenas ocupan el 17% de los asientos. En estos niveles, en la creación de equipos, a igual capacidad, operan la afinidad, la confianza y la disponibilidad. O sea, ayuda mucho ser del mismo género -los jefes hombres se rodean de subjefes hombres- y compartir tiempo y aficiones, más allá del trabajo. Aunque empaten en capacidad y en disponibilidad, las mujeres tienen realmente difícil salvar las otras barreras. Y de ahí a la brecha salarial.
Si nuestra comunidad es una de las que mejores cifras de empleo registra, que padezcamos la segunda brecha mayor debería ser objeto de gran preocupación. Descripción de este bloque. Utiliza este espacio para describir tu bloque. Cualquier texto es válido. Descripción de este bloque. Puedes utilizar este espacio para describir tu bloque.
En 2022, las mujeres han ganado en España una media de 5.000€ al año menos que los hombres. Esa diferencia es aún mayor en Aragón, donde se eleva a 6.000€, circunstancia que dado el volumen de población al que afecta, debería ser una gran y constante causa de movilización social y política. Si nuestra comunidad es una de las que mejores cifras de empleo registra, que padezcamos la segunda brecha mayor debería ser objeto de gran preocupación. Los expertos explican que se debe a que las mujeres somos las que más trabajos a tiempo parcial desempeñamos, más excedencias tomamos y más precariedad soportamos, además de ocupar los últimos puestos de la escala laboral, en el sector de los servicios y los cuidados. Que Aragón esté en cabeza de la tabla de lo que ahora se conoce como “el suelo pegajoso”, debería mover consciencias.
Bienvenido sea el ensanchamiento de las bases del feminismo que traen las nuevas generaciones. Lo han revitalizado con una rabiosa defensa del derecho a construir una vida propia, desde la libertad y sin sometimientos ni miedos. Pero, en Aragón, si no se ataja esa brecha salarial, nuestras jóvenes estarán abocadas a una vida y un recorrido profesional más pobre que en las comunidades vecinas. Ahí sí que tienen tarea. Estas limitaciones recuerdan -con las distancias propias del cambio de época-, a las que en su día hacían huir a las mujeres de la vida rural, eminentemente masculina y desigual. Difícil tendrá Aragón competir como un lugar atractivo para desarrollar una vida plena si el mercado laboral en el que pueden emplearse las mujeres va a ser mayoritariamente el de los cuidados, la parcialidad y las excedencias; poco en la industria y menos en el tramo de directivas.
Ahora que tanto instituciones como empresas de más de 50 trabajadores tienen obligación de hacer planes de igualdad, su elaboración debería iniciarse con la reflexión del presidente o director general de en qué sociedad quiere vivir: en una sociedad plural y avanzada, o una sociedad monocolor y atrasada. Y si optan por el progreso, sus comités directivos deben tener un mínimo de mujeres del 40% y sean los referentes necesarios para que las más jóvenes aspiren profesionalmente a todo y no abandonen. También, que las consideren para la industria. El envés es que opten por irse a otros hábitats más igualitarios.