Tenemos suerte en Aragón de vivir alejados del exabrupto permanente que domina la actualidad en los dos grandes centros políticos de España, Madrid y Cataluña. Aquí se apela continuamente desde los medios, la política y los círculos empresariales más próximos a ella a esa gran virtud que supone la estabilidad política. Hasta el punto de que el presidente de Aragón, Javier Lambán, insistió en su intervención del Día de Aragón en un concepto reiterativo que marca la actualidad política aragonesa: Aragón es un oasis y su estabilidad debe rescatar del «marasmo político» a España.
Esas continuas alusiones a lo mal que está la política fuera de Aragón son una perfecta coartada para distraernos de los problemas que por aquí se dan, que pasan prácticamente desapercibidos. Aludiendo al caos externo se consolidan supuestos liderazgos presentes y se construyen los futuros. Mientras se habla de lo mal que lo hacen fuera, nos olvidamos de que en Aragón también hay Gobierno, que también se hace política y que también cabalgamos con nuestras propias contradicciones. Tal vez la mayor virtud de la política aragonesa no es su estabilidad, sino la capacidad de ejercer un férreo control externo e interno para evitar que las cosas se salgan de madre.
Cosas que en otros lugares resultarían llamativas aquí pasan inadvertidas. El PSOE, igual que el PP o Ciudadanos han insistido muchas veces en su «respeto a las decisiones judiciales» pero cuando la Audiencia Nacional (antes fue el Supremo) vuelve a sentenciar que Mularroya incumple numerosas leyes oímos al consejero de Agricultura y Medio Ambiente, Joaquín Olona, que va a luchar por todos los medios para que esa obra insostenible salga adelante. Incluso en contra del criterio del propio ministerio y sus expertos juristas, que ven imposible alegar contra una sentencia tan contundente. En cualquier otro lugar sin esa presuntuosa estabilidad política este departamento se habría disuelto hace tiempo, si es que alguna vez se hubiera configurado así. Al hilo de Mularroya, resulta extraño ver al consejero defender con uñas y dientes la obra al mismo tiempo que una de sus directoras generales, Marta de Santos, pedía en Madrid al ministerio que se parara. De Santos construyó su liderazgo en CHA con una coherente posición antipantanos que propició que Pedro Arrojo la invitara a última hora a liderar el proyecto de Podemos en Huesca. La beligerancia de Podemos acabó disuelta en la consejería que hasta hace poco reprobó. Por cierto, sigue en su puesto otro de sus directores generales, Diego Bayona, que votó para salvar al lobo en contra, según dicen en la DGA, de los criterios generales de la coalición. Podemos presenta alegaciones contra los aerogeneradores en el Maestrazgo a pesar de que es una apuesta estratégica del Gobierno del que forma parte. En ese departamento están los mismos que censuraban la gestión de Sarga o las apuestas estratégicas que ahora aprueban en Consejo de Gobierno, como los macromataderos o las estaciones de esquí. Mientras, el Gobierno que exige a los demás que nos arreglen lo de la despoblación se niega a seguir pagando trenes y reduce a 3 los 20 activos grupos de acción local y aplica un tijeretazo a los fondos Leader. Los grandes ejes de las políticas de desarrollo del actual Gobierno no difieren mucho de las del Ejecutivo de Luisa Fernanda Rudi. Bastaría acudir a las olvidadas hemerotecas para recordar lo que decían unos entonces y callan ahora. Lambán, azote de los nacionalismos que no son el español e hipercrítico con Podemos hasta el punto de que luchó contra su secretario general con algún que otro exabrupto que ahora repudia para impedir que gobernara con ellos, lo hace él plácidamente con Podemos y CHA, partido sentado en el lado del Gobierno el Día de Aragón mientras suena el himno de España, algo que ni siquiera hizo el PP cuando gobernó, después de un discurso exigiendo más autogobierno. Y con el sempiterno clavillo del abanico del PAR, que vale igual para izquierda, derecha o centro.
Hay más ejemplos, pero estos son de la última semana. La estabilidad, institucional y personal, es una gran noticia, pero no es una virtud por sí misma.
Antonio Ibáñez, periodista
Artículo publicado en El Periódico de Aragón