El mes más corto del año ha dado para mucho en Teruel. Hemos celebrado el amor con cifras récord, cien mil visitantes según la Guardia Civil, a cuenta de los amantes del siglo trece. Pero el amor del Teruel del siglo veintiuno es otro y en febrero ha cumplido sólo diez años. Porque a su aeropuerto no le hacen falta pasajeros, aunque desde ahí planeen ya viajes estratosféricos. Convertido en referente, es el centro de mantenimiento, reciclado y aparcamiento de aviones más grande de Europa. A la filial de Airbus, Tarmac, se lo debe casi todo. 220 empleos y la Universidad y la Formación Profesional adaptando sus carreras a la trayectoria meteórica de un lugar que parece no tener techo. Quieren crear cantera para los trabajos que demanda y para los más de mil que están por aterrizar. Levantarán un hangar escuela, porque no sólo en Teruel, en el resto de Aragón, las vocaciones de mecánicos aeronáuticos están despertando.

La batuta del dinero y del diseño la maneja José Luis Soro, Consejero de Vertebración del Territorio, tan orgulloso de este despegue como de su querido Canfranc. Casi 83 millones de euros llevan invertidos, perdida la cuenta de las ampliaciones en las que sigue inmerso. Nada se ha hecho allí sin que no fuera necesario, sin que una empresa real lo pidiera. Es un ejemplo de gestión, de éxito, de futuro. Y ese futuro apunta muy alto.

Teruel será el Cabo Cañaveral de Europa. No lo digo yo, sino el británico Andy Elson. Un aeronauta que en 1991 realizó el primer vuelo en globo aerostático del mundo sobre el Everest. Medalla de oro del Royal Aero Club, ostenta varios récords en los límites de la atmósfera y ahora ha puesto sus ojos en Teruel para montar una empresa, 34 empleos de alta cualificación, para lanzar naves a 20 kilómetros de La Tierra, en la estratosfera. Lo dijo en una cena previa al aniversario que trajo hasta la capital del sur de Aragón al sector aeronáutico y espacial. Los anfitriones, junto al presidente Lambán, los aragoneses en el exterior que apuestan por sus raíces y tiran de hilos para que Teruel tenga entre manos tantos sueños.

“Hay que aspirar a más”. Palabras de un Lambán que mostraba su orgullo. “No es una quimera ser el Cabo Cañaveral”, nos lo aseguraba Alfredo Serrano, el director general en España de Sceye. Operan en Estados Unidos. Teruel será su sede europea desde la que lanzar sus zepelín a la estratosfera. Crearán 135 empleos directos, otros 500 indirectos. Diseñan ya el hangar y la nave de ensamblamiento de sus dirigibles. En dos años despegarán. Para entonces, el aeropuerto turolense será estratopuerto, el primero en España, uno de los pocos del viejo Continente. Se rebaja la decepción por no ser sede de la Agencia Espacial, el mismo Alfredo Serrano, añadía que “la Agencia no deja de ser una oficina administrativa.  Será en Teruel donde se desarrolle la acción, donde se cambie la historia de los aragoneses, de los españoles, de la Humanidad”.

PLD Space es el otro inquilino del aeropuerto. Construyen el primer cohete español que se lanzará al espacio. 50 empleos crearán en Teruel con su otro proyecto, lanzar microsatélites allá arriba. Hay escasez en Europa de estos lanzadores. Lo pagará el PERTE aeroespacial, si ganan el concurso, si no, aseguran, lo llevarán a cabo igualmente. Todo parece imparable. Con los pies en la tierra, los que trabajan en el espacio, dicen que Teruel hará historia y cambiará la suya propia. En pocos años podremos comprobarlo.

Pero la realidad es terca y de vez en cuando nos obliga a bajar de las nubes. A pesar de los esfuerzos que se hacen desde el Gobierno de Aragón para combatir la despoblación, febrero nos ha abandonado y Sinforosa y Martín también. Esta pareja de octogenarios busca la orilla del Mediterráneo y la de su hijo porque ya no pueden vivir solos después de ser los últimos supervivientes de La Estrella, en el Maestrazgo. 40 años han permanecido en soledad, sólo con la compañía que se hacían el uno al otro, sin cobertura, con una antigua radio y en un hogar donde la luz tenía más achaques que ellos. Se han ido porque los años no les aconsejan seguir lejos de su hijo. Él ha sido su muleta, su vigía, el que les llevaba la compra y avisaba cuando los temporales los aislaban más de lo que ya estaban. Imagino su inmensa tristeza porque jamás he visto a personas que amaran más su hogar. Las ruinas conviven con las viviendas de antaño ahora rehabilitadas. Sé que buscan nuevos inquilinos que le den vida a un lugar hermoso para desterrar el silencio. Sinforosa y Martín han sido el símbolo de la resistencia rural hasta este febrero en el que cayó otro emblema, el de la prosperidad que supuso el carbón. Lo dinamitaron en medio de una explosión atronadora. Cayó a cámara lenta como la agonía de un sector que llevaba décadas viendo su final. Me pongo al lado de los que lucharon para que la chimenea de la térmica de Andorra siguiera en pie como testigo de la historia pero ya nada puede hacerse por ella y a mí me gusta mirar hacia adelante. Empiezan a inundar el mar de renovables del que vivirán a partir de ahora. Conmovidos vivieron en Andorra una imagen que jamás olvidarán. Conmovidos nos quedamos al recordar un año de guerra en Ucrania en el mes del amor y en el que Alcañiz celebró su  histórica Concordia. La que les sigue faltando a algunos políticos que arrecian sus palabras porque están en otra guerra, las elecciones. Quedan menos de cien días. Que no tengamos que proponerles un vuelo a la estratosfera, por favor.

Por Conrad Blásquiz

Me llamo Conrad Blásquiz Herrero, soy periodista, consultor en comunicación y un apasionado de la información política. Soy autor del libro “Aragón, de la ilusión a la decepción ¿la Autonomía en crisis? “. Durante más de 15 años, he recorrido diariamente los pasillos del Palacio de la Aljafería, sede de las Cortes de Aragón, escribiendo sobre la actualidad parlamentaria de la Comunidad Autónoma para las páginas de El Periódico de Aragón.