Se impone la paz en Beirut

Por sorprendente que pueda parecer, porque no es algo habitual, el sentido común se ha impuesto en el PSOE de Aragón. Darío Villagrasa, viendo impotente la cascada de deserciones de apoyos que creía seguros que ha sufrido en las últimas semanas, se ha visto abocado a renunciar al liderazgo de los socialistas aragoneses. Se ha dado de bruces con la realidad de un partido acostumbrado a abandonos de última hora en función de las mayorías. En el PSOE, se puede perder la mayoría en apenas unas horas. Y eso es lo que ha ocurrido en esta ocasión. Por tanto, el gesto de Villagrasa es realista y le honra a este joven socialista, alcalde de Bujaraloz y brillante diputado en las Cortes, que presentó su candidatura empujado por los cantos de sirena de un Javier Lambán deseoso de perpetuar el lambanismo, entendido como confrontación a Pedro Sánchez, y de un Juan Antonio Sánchez Quero, el presidente de la Diputación de Zaragoza, que en este tiempo de fuertes tensiones preelectorales en el socialismo aragonés, para sorpresa de muchos, se ha situado en un discretísimo segundo plano. Su silencio ha sido ensordecedor.

El socialista Darío Villagrasa, durante la rueda de prensa del viernes en la que anunció su retirada.

FOTO: EUROPA PRESS

Villagrasa sabía que si forzaba la celebración de primarias se rompía el PSOE aragonés en dos mitades. Encendía la mecha de un polvorín de consecuencias imprevisibles. También era consciente de que a medida que pasaban los días su pulso con Ferraz estaba abocado al fracaso y podía obstaculizar a sus 32 años su prometedora trayectoria política. La historia del socialismo aragonés está llena de guerras cainitas entre una maraña de sectores (rurales, marquistas, damascos, guerristas, felipistas, renovadores, turborenovadores, marcelinistas, lambanistas, sanchistas..) Y los enfrentamientos, en la mayoría de ocasiones, han convertido al PSOE aragonés en un Beirut en guerra permanente, como fue calificado en tiempos de intensas revueltas internas, que ha dejado un reguero de víctimas a su paso.

Villagrasa no ha querido ser una víctima en el camino, ha echado el freno y ha preferido el pacto con Pilar Alegría. No seguir con su solitaria carrera hacia ninguna parte a la vista de cómo iban cayendo una a una las fichas de su dominó. El PSOE aragonés se juega mucho. Necesita unidad con un liderazgo sólido que refuerce su estrategia de oposición al Gobierno de Jorge Azcón, en minoría desde la espantada de Vox, pero que vive en estado de gracia con el viento de favor por el desgaste de Pedro Sánchez. Un liderazgo que sepa gestionar la travesía del desierto de un partido que perdió casi todo el poder institucional tras las elecciones autonómicas y municipales de 2023. En estos momentos, solo gobierna en la Diputación de Zaragoza.

Pilar Alegría se dirige el viernes a la militancia socialista que llenó la sede zaragozana de San Braulio.

FOTO: EL PERIÓDICO DE ARAGÓN / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

Se ha impuesto la paz en el Beirut aragonés. Lo deseable y lo lógico sería que Villagrasa tenga a partir de ahora un protagonismo destacado en el grupo del PSOE en las Cortes y se convierta en el brazo armado de Alegría, que no es diputada autonómica. En la voz de Alegría en el Parlamento. Sería una bicefalia con mucho futuro y de sentido común, aunque sea el menos común de los sentidos al hablar del PSOE aragonés.

Periodista parlamentario, politólogo y editor del blog www.desdelaaljaferia.es