Los debates sobre el estado de la comunidad suelen defraudar las expectativas. Os confieso que muchas de esas expectativas las creamos los periodistas y los políticos, que solemos contagiarnos de la solemnidad y expectación del debate parlamentario por excelencia del año.
Por lo general, los papeles están muy repartidos en este tipo de debates. El Gobierno acostumbra, como es natural, a sacar pecho de su gestión y la oposición se dedica a desinflar el suflé de logros. Y la sociedad, a menudo, permanece ajena a lo que se habla dentro de la Aljafería. Así ha sido en los 27 debates sobre la comunidad que ha habido desde enero de 1985.
Nada nuevo bajo el sol, salvo, claro está, que el Gobierno se tambalee fruto de escándalos y tensiones internas. No es el caso del Gobierno del cuatripartito de Javier Lambán, que ha logrado sobrevivir a años intensos, conmocionados por una pandemia y la invasión de Ucrania. La alianza inédita hasta ahora de PSOE, PAR, CHA y Podemos ha logrado sobreponerse y resistir unida a pesar de que nadie daba un duro por esta coalición. Lo dijo Lambán en la sesión del jueves que abrió el último debate sobre la comunidad de esta legislatura. Un debate del que Lambán ha salido indemne, sin apenas desgaste, y en la que el presidente ha develado su reforma fiscal que, según ha avanzado, beneficiará al 99% de los contribuyentes aragoneses. Los detalles de la propuesta serán explicados en los próximos días.
En el reciente debate sobre la comunidad, ha quedado demostrado que Zaragoza constituye, con el anuncio de una lluvia de proyectos e inversiones, objeto de todos los deseos electorales del dirigente socialista. En la capital aragonesa vive más de la mitad de los aragoneses y su voto trascendental dará o quitará mayorías en las elecciones autonómicas y municipales de mayo.
Y en breve, llegarán a las Cortes los últimos presupuestos de la legislatura, los más elevados de la historia. Un techo de gasto de casi 7.000 millones de euros para un año electoral.