Por primera vez en los últimos años, el Ayuntamiento de Zaragoza no ha logrado consensuar una declaración institucional en contra de la violencia machista porque Vox lo ha impedido. También Vox ha bloqueado un acuerdo de los ocho grupos de las Cortes de Aragón de condena de los crímenes machistas.
El partido ultra ha empezado ya a condicionar la política aragonesa, en el Parlamento y de una forma todavía más clara en el Ayuntamiento de Zaragoza, donde los votos de sus dos concejales le han dado la Alcaldía al PP, con la complicidad silenciosa de Ciudadanos. Y los votos de Vox van a ser determinantes en apenas unos días para que Azcón saque adelante sus primeros presupuestos.
Apenas han transcurrido seis meses de legislatura y Vox ha demostrado que no está dispuesto a ser un convidado de piedra. Incluso ambiciona influir en la prensa, vetando a determinados medios de comunicación o arremetiendo contra una tira de humor del genial dibujante Postigo en la que criticaba con dureza la actitud del partido de Abascal con la violencia machista.
Hace ahora diez meses que alerté en un artículo de la necesidad de que PP y Ciudadanos aislaran institucionalmente a Vox, como ha ocurrido por ejemplo en Alemania. Sin embargo, han hecho justo lo contrario. La imagen de las tres derechas se ha consolidado y se ha hecho fuerte en Andalucía, Madrid, Murcia y Zaragoza, por citar algunos territorios. Y mañana, por primera vez en democracia, salvo un giro impensable, el PP facilitará que la ultraderecha tenga un sillón en la Mesa del Congreso de los Diputados.
Ya están aquí. Y vienen para quedarse.