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¿Sabrá Azcón gobernar en minoría?

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Arranca un nuevo curso político, que está siendo bastante agitado, y para el presidente Azcón va a suponer el inicio de una nueva legislatura tras la espantada de Vox. Ya se sabe que con niños se acuesta, mojado se levanta.
A partir de ahora, el presidente aragonés va a tener que gobernar en minoría, con el apoyo de sus 28 diputados, es decir a seis de la mayoría absoluta de las Cortes de Aragón


¿Sabrá Azcón gobernará en minoría? Si repasamos la historia autonómica de Aragón, nadie lo ha conseguido. El más osado en esto de ir por libre fue el aragonesista Hipólito Gómez de las Roces, que intentó gobernar en 1987 con sus únicos 20 diputados. La osadía le duró hasta mitad de legislatura, cuando se vio obligado, muy a su pesar, a gobernar con los dos doce del PP, también insuficientes para un mandato tranquilo. Acabó de asentar las bases de la autonomía, pero no tuvo nada de tranquilidad.


Azcón, cuando era alcalde de Zaragoza, ya demostró su capacidad para sacar adelante en minoría su gestión, aunque eso sí con el inestimable apoyo desde fuera de la ultraderecha, que jugó a ser oposición pero que después de hacerse la remolona acababa siendo la muletilla que el edil del PP necesitaba para sobrevivir en momentos de debilidad. ¿Hará el mismo teatrillo Vox ahora en las Cortes? ¿Amagará con no apoyar a Azcón en asuntos clave de su gestión, como es el caso de los presupuestos, y acabará plegándose al PP a cambio de migajas y de promesas abstractas? ¿Hasta qué punto va a condicionar la política del Pignatelli la necesidad que tiene la alcaldesa de Zaragoza, Natalia Chueca, también en minoría, del voto de los concejales de VOX?


No parece que Azcón, pese a su nuevo look rompedor y realmente osado, tenga intención de adentrarse en una loca aventura en solitario buscando el acuerdo de la izquierda para sacar los grandes temas. Por lo que es previsible que asistamos en las próximas semanas a un nuevo capítulo de la película de amor y odio que PP y VOX empezaron hace poco más de un año. Si me permitís un espóiler: no creo que la sangre vaya a llegar al río.