Adiós política, adiós

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La política ha desaparecido de las Cortes. Me estoy refiriendo a la política entendida como negociación discreta en los pasillos, pactos de última hora en corrillos informales, conversaciones entorno  a un café o a un pincho de tortilla. Todo eso que hace atractiva la vida parlamentaria  ha desaparecido del escenario político.  Se lo ha  engullido el coronavirus.

El bullicio y el pasilleo de los días de pleno son historia desde el 13 de marzo. La nueva y cruda realidad de ahora son pasillos vacíos, salones a menudo silenciosos,  la cafetería clausurada, la tribuna de público sin público,  el aforo del hemiciclo a mitad y diputados con mascarillas separados por frías mamparas.

Una imagen de frialdad alejada de los acalorados debates de no hace mucho. Y en medio de este paisaje desangelado, dominando la entrada, un artilugio que tiene el poder de decidir si accedes o no a la Cámara, dependerá de si tienes fiebre o no tienes.

Es la nueva normalidad parlamentaria,  hasta la llegada de la vacuna  

desde la Aljafería
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