Será un debate insólito, histórico y esperemos que no histérico. Hasta aquí dos realidades y un deseo porque la X legislatura celebrará su primer Debate sobre el estado de la Comunidad con escaños vacíos de muchos diputados, sin público y en momento en el que la angustia y la incertidumbre son dueñas de todo. El presidente no podrá subir a la tribuna para hacer ese balance, siempre optimista, sobre cómo está Aragón porque ante sí tendrá la imagen de una tierra anímicamente depauperada, aturdida y una sociedad que, acostumbrada a que le ofrezcan soluciones rápidas y muy cortoplacistas, querrá encontrarlas en proyectos y mensajes que se lancen desde el hemiciclo (si es que está atenta a ello). No hemos ejercitado la virtud de la paciencia, en la que nadie nos ha educado en los últimos tiempos, queremos ver ya la luz., que nos den respuestas .. la magia sigue siendo imposible.
Mientras esté en juego nuestra supervivencia no caben frivolidades ni argumentarios. Es lo que hay, mientras tengamos que poner tiritas no hay tiempo para la euforia
No habrá lugar para euforias ni triunfalismos, no habrá debates sobre leyes, ni autocomplacencia sobre proyectos. La pandemia dibuja un panorama desolador y será ella la protagonista del debate. Esto pasa en tiempos de desconcierto, de recelos hacia la clase política, por los mensajes contradictorios, las peleas estériles, el dedo acusador que señala la paja en el ojo ajeno y no ve la viga en el propio. Barrunto que ese tan cacareado consenso, del que presumimos en estos pagos, pueda saltar por los aires, porque hasta ahora, mal que bien, aquí se ha capeado el temporal sin la acritud reinante en otros sitios. Deseo equivocarme pero el rumbo amagado hace días no presagia sosiego. Mientras esté en juego nuestra supervivencia no caben frivolidades ni argumentarios. Es lo que hay, mientras tengamos que poner tiritas no no hay tiempo para la euforia.
El presidente Lambán, alejado por su forma de ser de tics comunes a tantos políticos (no sé si es bueno, malo, pero es así), es la figura que emerge en un apabullante silencio solo roto por la firme actuación de la consejera de Sanidad, las apariciones del titular de Hacienda y las comparecencias puntuales de otros miembros del gabinete
El presidente Lambán, alejado por su forma de ser de tics comunes a tantos políticos (no sé si es bueno, malo, pero es así), es la figura que emerge en un apabullante silencio solo roto por la firme actuación de la consejera de Sanidad, las apariciones del titular de Hacienda y las comparecencias puntuales de otros miembros del gabinete. Todo parece diluido, normal. La oposición repite machaconamente el argumentario impuesto por sus lideres nacionales , sobre todo PP y Vox, a veces ”fuera de tiempo”, rectificando la tranquilidad que parece les recriminan.
Debería ser un debate sereno en el que salieran propuestas y no acusaciones. Propuestas para apuntalar una sanidad pública maltrecha; una planificación certera y realista de la educación, en tiempos de distancias y brechas entre alumnos; ideas sobre la mejor distribución de los recursos; la organización de una administración que se ha visto desbordada a la hora de gestionar ERTES o ayudas vitales. Contundencia y coherencia a la hora de tomar decisiones-se ha hecho, es verdad- tan necesarias como incómodas para frenar el contagio…
El salto de mata, la argucia verbal, la ocurrencia, brillante o zafia, deberían estar alejados del hemiciclo en estos dos días
Hay tanto de lo que hablar y tantos asuntos en los que arrimar el hombro que solo un ejercicio gigante de generosidad puede llevar el debate a un lugar en que atisbemos el futuro. Porque debemos prepararnos, y ya, para desconfinar no los lugares, sino las mentes. Pensar en mañana sin descuidar el hoy. El salto de mata, la argucia verbal, la ocurrencia, brillante o zafia, deberían estar alejados del hemiciclo en estos dos días ( y también de los titulares, que centran en tantas ocasiones la atención en el exabrupto olvidando el meollo de las discusiones).
Esto lo escribo desde la lejanía (y cierta nostalgia), la lejanía de llevar años apartada de lo que ha sido mi oficio. Tal vez porque mi mundo está en un lugar lejano al de la batalla política y la crónica presurosa de la vida estoy convencida de que hoy, más que nunca, la política es imprescindible. La buena política.
Concha Monserrat, periodista