Fue un debate muy triste. El más triste de los 25 debates sobre el estado de la comunidad celebrados hasta ahora. Sin público, el aforo del hemiciclo a la mitad, los diputados separados por frías mamparas de plástico y el presidente Javier Lambán advirtiendo que lo peor de la pandemia está todavía por llegar.
Lambán fue realista y, aparentemente, sincero en sus palabras. Reconoció la gravedad de la situación y llegó a confesar que la pandemia está desbordando al Gobierno. Pero matizó: No sólo al suyo sino a todos. Por eso, buscó desde el principio un cierre de filas con la oposición apelando de nuevo a la unidad de las fuerzas políticas para luchar contra el virus con el único arma a su alcance: la aprobación del próximo presupuesto de la Comunidad Autónoma, que superará por primera vez los 6.000 millones de euros. Un presupuesto con el que aspira a poner en marcha las 273 medidas recogidas en la Estrategia pactada con amplio consenso político y social para reconstruir Aragón.
Y a los que quieren aprovechar el coronavirus para acabar con el estado autonómico, les lanzó un mensaje clarificador: el autogobierno, la autonomía, está capacitada para manejar con éxito la actual situación excepcional. Como se preveía, hubo escaso balance de gestión de un año herido de muerte por el virus, aunque sorprendió al nombrar uno a uno a sus consejeros, destacando la labor realizada por sus departamentos en estos meses. Un gesto insólito de reconocimiento al trabajo realizado y, quizás, de ánimo para lo que está por venir.