En la semana con las temperaturas más bajas de lo que llevamos de invierno, cuando la borrasca Juliette nos ha hecho tiritar de frío, el termómetro político ha alcanzado temperaturas extremas de calor, demasiado sofocantes para faltar todavía tres meses para las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo. El fuego cruzado entre el socialista Javier Lambán y el popular Jorge Azcón, al rojo vivo a raíz de sucesivas polémicas -reforma del campo de fútbol de la Romareda, viviendas en Zaragoza, la línea del tranvía Este-Oeste –, ha alcanzado esta semana niveles desconocidos hasta ahora.
El alcalde de Zaragoza, el hombre-antorcha, ha avivado la hoguera sin aportar pruebas ni nombres, al involucrar a un “diputado o senador” del PSOE de Zaragoza en la oscura trama corrupta de Tito Berni relacionada con supuestos favores a empresarios y juergas con prostitutas y drogas. El incendio provocado por estas acusaciones de Azcón se ha multiplicado con la reacción socialista. El secretario de Organización, Darío Villagrasa, ha acusado al popular de “cruzar todas las líneas de la decencia política”, al tiempo que le ha exigido que “aclare sus relaciones” con el empresario Juan Forcén, días después de que VOX salvara a Azcón de una comisión de investigación en el Ayuntamiento de Zaragoza por la licencia de derribo de uno de los kioscos del Parque José Antonio Labordeta. El diputado del PSOE por Zaragoza Pau Marí Klose ha reclamado a Azcón una rectificación y el senador socialista Miguel Dalmau ha amenazado con llevar las acusaciones a los tribunales.
Calma señorías, que políticos y ciudadanos vamos a llegar achicharrados a la cita con las urnas. De seguir así, en este pim-pam-pum permanente, en esta hoguera de vanidades políticas, ¿le extrañará a alguien que la abstención pueda llegar a niveles de récord?