Álvaro Sanz, diputado de IU: “Cuando esto pase, nada volverá a ser lo mismo y espero que nuestras miradas sigan comprometidas con los servicios públicos y con los colectivos más vulnerables”

Hoy mi foto trabajando es desde el salón, saber compartir el espacio doméstico en estos momentos en los que además se intensifica el teletrabajo es crucial, un esfuerzo que se multiplica para quienes tienen personas a su cargo, niños o mayores, o viven en apenas unos metros cuadrados. A todas esas personas ánimo y aliento. 

Asumo el aislamiento como un ejercicio de cuidado a quienes nos cuidan, como decía un compañero andaluz “lo que no es útil para la colmena no es útil para la abeja”. Paradójicamente, este aislamiento me está empujando con mucha fuerza a entenderme parte de una comunidad que, a pesar de que lo está pasando mal, está sacando lo mejor de sí misma. Esa sociedad que se funde, barrio a barrio, en aplausos a las ocho en un ejercicio de fraternidad y reconocimiento a lo público.


Tras quince días de aislamiento y salvo excepciones, estamos respondiendo de forma ejemplar para salir cuanto antes y de la mejor forma de esta situación, cumpliendo cada cual con su misión. Lo hacen nuestros sanitarios y sanitarias que, como vanguardia de lo público, están demostrando la importancia de lo común, de dar prioridad a los derechos frente al negocio, dejándose incluso la vida.


Se está acertando con el enfoque que rige las medidas sanitarias, económicas y sociales adoptadas para paliar, en la medida de lo posible, los efectos de la pandemia. En momentos de crisis, sea su naturaleza la que sea, los sacrificios se producen, pero no siempre se reparten de forma justa. Esta vez se está intentando que nadie se quede sin empleo, sin recursos, sin futuro. Se está luchando para que nadie se quede atrás.


Y qué decir del carácter comprometido de nuestra sociedad. Una solidaridad que atraviesa desde las redes de apoyo vecinal a la encomiable entrega y labor de quienes están trabajando para que todos los días estemos informados, cuidados o lo más básico y fundamental, podamos comer.


Esta crisis dejará muchos aprendizajes. Cuando esto acabe nadie mirará igual a quien le cobra en el supermercado, repone sus estanterías, trabaja repartiendo a domicilio o limpia nuestros hospitales. También espero que seamos más beligerantes contra la precariedad a la que estos y otros sectores, hoy (y siempre) esenciales, se ven sometidos o contra quienes hablen de recortes en salud o educación cuyos efectos muestran hoy su cara más letal.


Qué decir de quienes producen nuestros alimentos. Espero sinceramente que esta crisis acabe con la injusticia que padecen, pero sobre todo con el olvido crónico al que se ha venido sometiendo a un sector básico para garantizar la vida. En este futuro, cada vez más cercano, deberemos hablar de justicia, igualdad y solidaridad (no de caridad o propaganda) si queremos blindar nuestros servicios públicos, superar las absurdas normas que adelgazan el Estado y reconstruir una Europa herida por el egoísmo y la insolidaridad.
Sé, como sabemos todos y todas, que cuando esto pase nada volverá a ser lo mismo. Solo espero que entonces nuestras miradas sigan comprometidas con los servicios públicos y con los colectivos más vulnerables como hoy lo están nuestros aplausos y sacrificios.

Quedaros en casa y cuidaros, estamos cerca de pasar lo peor, pero quedan días duros. Después, entre todos y todas, tendremos que levantar ese país distinto que necesitamos.