Soy optimista, nada catastrofista, pero…. Así comenzaban a plantearle a la ministra de transición ecológica, Teresa Ribera, alcaldes y agentes sociales sus peticiones y dudas cuando se les concedió el turno en Andorra. Llegaba Ribera a la ex villa minera a presentar el convenio de la transición justa. 200 millones en 7 años, 64 ya ejecutados o comprometidos. Hay que añadir el nudo mudéjar. Se ha hecho ENDESA con un concurso pionero donde cambian los megawatios de la extinta central térmica por proyectos de energías renovables y empleos en otros sectores.

Aprendida la lección de diversificar la economía. Andorra y su comarca han dependido hasta ahora del monocultivo del carbón y enterrada la explotación del lignito, en aras del cambio climático, toca empezar de cero. Más de 600 empleos prometen sólo con el nudo mudéjar. Superan el casi medio millar sepultados hace dos años cuando apagaron la central. Aunque hay que recordar que del sector llegaron a vivir cuatro mil familias. Las dos poblaciones que más han sufrido los cierres, Andorra y Ariño. La agonía ha sido lenta, los números tercos. En diez años, Andorra ha perdido 900 habitantes, aún mantiene el tipo con 7.300. Ariño, en la última década, ha visto marchar a 200 vecinos, ahora son casi 700. El ministerio con su nudo mudéjar, por un lado; el presidente Lambán, comprometido con llevar empresas al margen de los planes de transición por otro, trabajan a contrarreloj para que la única que emigre sea la desesperanza. Anuncios muchos, aunque en la zona creen que ha llegado la hora de los hechos. Por eso los alcaldes comenzaban con aquel soy optimista, no catastrofista, pero…

Los peros son las concreciones. Menos planes de formación (buena parte del convenio de la transición se destina a ellos), dicen, porque muchos jóvenes se han preparado, pero han acabado yéndose a otras zonas a trabajar en lo aprendido. Lo dicen, insisto, los alcaldes. El de Ariño, Joaquín Noé, se ha dejado la piel por ver su horadado paisaje convertido en futuro para los hijos del pueblo. 15 años me contaba le ha costado traer Termowaste, una empresa de reciclaje circular, 25 empleos. Pero ya está aquí. A su lado, en lo que antaño fueron los lavaderos de la mina, Forgasa ya en marcha. Fabrican fertilizantes a raíz de la leonardita, una materia orgánica asociada al lignito del que han vivido un siglo. Porque SAMCA, propietaria de las minas, quiere abonar la resurrección de un pueblo que tanta riqueza le ha proporcionado.

Hace unos días, el presidente Lambán anunciaba otra empresa en Andorra, Forest. 150 empleos en un aserradero y una fábrica de madera para utilizarla como material de construcción. La esperanza la protagoniza el Gobierno de Aragón porque, aunque poco a poco, a los anuncios les ponen nombre, apellidos y fecha. El escepticismo proviene de Madrid, del ministerio y de su convenio de la transición justa, porque una hora estuvo hablando la ministra con el territorio, pero fueron muchos los que después confesaron no haberse enterado de nada y hasta los periodistas nos cruzamos miradas intentando averiguar un titular confuso, porque confuso fue el discurso de Ribera. Y eso sólo sucede cuando se juega a marear con palabras la ausencia de noticias. 4 años esperando un convenio de 200 millones, para 33 pueblos.

A pesar del retraso, de los cierres, algo parece estar cambiando en Andorra y sus alrededores. Ojalá en un tiempo podamos contar que la esperanza ha cobrado vida y que esta zona minera ha dejado atrás su crisis y vive un presente con más empleo y gente de la que tuvo con el carbón.

Yo también soy optimista y nada catastrofista, pero entiendo la cautela de Teruel. Una tierra que ha tenido que luchar contra las promesas incumplidas durante décadas. 134 mil personas siguen viviendo en una `provincia que tiene demasiados hijos fuera de ella, 90 mil. El dato lo han dado los empresarios que están tejiendo una red con ellos, con los emigrantes, para que, allá donde estén, ayuden a los que se quedaron, a aportar ideas, a abrir camino para que los negocios de aquí encuentren eco e inversiones por el mundo. Que no suelten el hilo que les ata a su tierra, que se impliquen con ella. Que hagan de embajadores. De paso apelarán a ese cosido para ver si alguno recoge esa hebra y le devuelve a casa.

Empresarios que tiran de ingenio después de ver cómo las ansiadas ayudas al funcionamiento de sus negocios se quedan, por la cicatería del gobierno central y por no dar demasiado aire a los que existen de cara a las elecciones, en un miserable ahorro de poco más de 17 euros por trabajador, cuando Europa autorizaba una bonificación de casi 400. Y qué decir del sueño casi esfumado de la Agencia Espacial Española. Al recurso de Teruel Existe y del ayuntamiento de la capital, hace unos días se sumaba también el propio Gobierno de Aragón. Estas dos cuestiones hubieran acabado, seguro, con buena parte del problema de la despoblación de un plumazo. Tendrá derecho Teruel a su pataleta, a su enfado, a que Teruel Existe cumpla su palabra y por vez primera desafíe a Madrid con su “no” a los presupuestos generales del Estado. Moleste a quien moleste, porque el Gobierno de Lambán sabe que lo que hace Moncloa puede restarle votos en una provincia que ya no se conforma con menudencias. Y eso no es de cenizos. Se llama reivindicación, no lamento. Y si eso es pesimismo, pues entonces rectifico, soy pesimista

Por Conrad Blásquiz

Me llamo Conrad Blásquiz Herrero, soy periodista, consultor en comunicación y un apasionado de la información política. Soy autor del libro “Aragón, de la ilusión a la decepción ¿la Autonomía en crisis? “. Durante más de 15 años, he recorrido diariamente los pasillos del Palacio de la Aljafería, sede de las Cortes de Aragón, escribiendo sobre la actualidad parlamentaria de la Comunidad Autónoma para las páginas de El Periódico de Aragón.